Dijo Jesús a Tomás:” Acerca aquí tu dedo, y mira mis manos; extiende aquí tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo sino creyente” Juan: 27 Ante tal revelación, Tomás, no puede más que caer rendido y decirle ¡Señor mío y Dios mío! Aunque me duela decirlo, me siento identificada con Tomás. Tengo que contaros, que a mí me llamó mucho la atención la experiencia mística de la religiosa Marie Adele Garnier, que queda recogida en el capítulo 12 de Amar la Eucaristía. Marie Adele (1838-1924), dijo haber visto sangrar una Hostia consagrada que estaba en manos de un sacerdote. Al poco tiempo, me mandaron un video, donde un doctor hablaba de un análisis realizado a una Hostia, a la cual, después de haber caído al suelo y ser rechazada por quien la iba a recibir, “por estar sucia” el sacerdote la puso en agua, cumpliendo el protocolo establecido para tales casos. La sorpresa del sacerdote fue al verla después de unos días, pues habían aparecido unas manchas rojizas, en vez de haberse disuelto. Y decide que tomen unas muestras y saber de qué se trata. El resultado es que la muestra llevada a analizar es de músculo de corazón, “sorprendente” verdad! Este doctor en un momento determinado habla de Lanciano (una pequeña ciudad de Italia), y busco lo referente al tema y otra vez “sorpresa”. En el siglo VIII un monje basiliano, después de realizar la consagración del pan y vino, tuvo dudas de la presencia real del Cuerpo y Sangre de Cristo. Y delante de sus propios ojos, la Hostia se tornó en un pedazo de carne viva, y el vino en sangre viva. Y se ha conservado a lo largo de los siglos y sobre ellas han sido realizadas diversas investigaciones eclesiásticas. La última, y por no alargarme se realizó entre 1970-71, y se han revisado en 1991, la conclusión es la misma, pertenece a un trozo de “corazón humano” Sigo buscando y encuentro un montón de historias sobre “Milagros Eucarísticos”. Hay uno muy tierno “El milagro del Alboraya” (quizás como soy valenciana he reparado en él) Vaya! Alboraya no solo es famosa por su “horchata”. Bueno, la cuestión es que ante tanta “sorpresa” ¡siento una voz! De qué te sorprendes? Ya os lo anuncio mi profeta “Os daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros: os quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne” Ezequiel 36:26 Desde entonces, durante la Consagración, ya no digo solo ¡Señor mío y Dios mío! Como Tomás. Digo:¡Señor mío y Dios mío y Padre mío y mi Corazón!
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