Hoy víspera de la celebración de María Inmaculada os invito a mirarla amorosamente como hijos, pidiéndole que nos ayude a tener una relación con Dios tan intensa y profunda como la suya. Sabemos que su "Hágase en mi según tu Palabra" marcó un antes y un después en toda relación de intimidad del hombre con Dios. Fue a partir de su "Hágase" que la Palabra se hizo carne en ella y es a través de ella que Dios nos muestra la fe y fecundidad del Discipulado. Crecemos como discípulos de Jesús en la medida en que su Evangelio crece en nuestro corazón. Un verdadero hijo de María deja que el Evangelio se asiente en su corazón y su alma hasta que, como dice Pablo, se reproduzca en sus entrañas la imagen del Hijo de Dios (Rm 8,29). Lo realmente, no maravilloso sino incluso divino, es que es entonces cuando, igual que Pablo, podemos, con un gozo indescriptible, decir: “Ya no soy yo quien vive, es Jesús quien vive en mi" (Gal 2,20).
P. Antonio Pavía comunidadmariamadreapostoles.com
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