domingo, 6 de diciembre de 2020

EL BUEN SAMARITANO (Lc. 10, 33-36)

 EL BUEN SAMARITANO (Lc. 10, 33-36)

“Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendo sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él
Al día siguiente, sacando dos denarios se los dió al posadero y dijo: Cuida de él y si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva.”

Vemos en esta Palabra lo que a cada uno de nosotros nos ha pasado en algún momento de la vida; nos hemos encontrado “tirados al borde del camino” heridos, lacerados, ultrajados; sin ningún aliciente para seguir luchando,  o como ahora lo denominan los psicólogos en una tremenda  “crisis existencial“.

Dios que entregó al mundo a su propio Hijo Jesucristo para salvarnos, no se cansa; lo sigue enviando en forma del Buen Samaritano a vendar las heridas y a curarles con el aceite y el vino (símbolos de los Sacramentos del Bautizo y de la Eucaristía.
“Su propia cabalgadura “... La Cruz..... “escuché hace 27 años...  en la Comunidad Jesús Caminante de Quito-Ecuador de boca de Padre Antonio Pavia en una de sus profundas exégesis con que nos alimentó. “El hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza”... Qué ignominia, solo en la Cruz reclinó su cabeza..... y qué difícil para nosotros inclusive “doblar rodilla“ ante aquel tosco madero del cual hemos huido desaforados sin encontrarle sentido...... Oh, cuánto cuesta hacer la voluntad del Señor.... y no que sea su voluntad vernos aplastados, sino que a manera de la plantita que necesita morir para que florezca su semilla, así tenemos que morir a nuestros caprichos mundanos y abrirnos a su gracia.... pero no por nuestros méritos....
Es que cuando el Señor nos invita a seguirle es bajo una condición: “Dame tu carga y toma mi yugo...” qué diferencia tan grande entre la situación de “cargar por cargar” esa cruz que se ha hecho tan pesada porque no hemos tenido la menor delicadeza de regresar a ver a ese “varón de dolores” que con su resurrección destruyó las tinieblas y venció a la muerte.
El yugo es de a dos; como los bueyes que equiparan el peso de su trabajo... y, qué grata presencia nos acompaña!!!  qué ligera se hace la carga!!! ya no nos aplasta, el peso lo lleva El y lo que nos corresponde es más que ligero....
“Una posada” símbolo de nuestra madre Iglesia, donde El mismo nos cuida. Entregó dos denarios; Su Cuerpo y su Sangre que se hacen presentes en cada Eucaristia; y ofreció pagarle al posadero todo cuanto gaste cuando El vuelva.
El mismo pagará lo que nos falta para quedar totalmente justificados ante nuestro Padre Celestial. Amén.

Nancy Andrade Galindo

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