Hay un abismo infinito entre la Palabra-Sabiduría de Dios y la de los hijos de este mundo que en su necedad no les importa apoyar su realización personal en cimientos de barro. Isaías dice de ellos: "¡Ay de los que son sabios a sus propios ojos!" (Is 5,21). Es una sabiduría en la que prima la apariencia, los que van tras ella se hacen acreedores de una mediocridad que les impide ver al Dios Vivo en su Palabra. El Apocalipsis llama tibias a estas personas (Ap 3,15-16). Tibios que aglutinan a su alrededor seguidores tan necios como ellos porque les viene bien que nadie remueva sus mediocridades. El resultado de los que se abrazaron a la tibieza-mediocridad nos lo señala el salmista: "Serán paja que se la lleva el viento" (Sl 1,4). Por el contrario los que escuchan la Palabra de Dios - no palabras de los hombres- y se abrazan a ella dejan que la Fuerza de Dios trabaje en su interior creando en ellos un corazón nuevo como señala Pablo (1 Ts 2,13). El testimonio de Jesús acerca de la relación entre sus Palabras y sus discípulos es inapelable: "Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres" (Jn 8,31-32).
P. Antonio Pavía - comunidadmariamadreapostoles.com
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