Como nos alegra el alma está profecía de Isaías sobre Jesús: "No quebrará la caña cascada" (Is 42,3). Son palabras muy consoladoras para los que con nuestras debilidades emprendimos la senda del Discipulado. Caminamos con la evidencia de que Jesús no quebró la caña cascada, el corazón titubeante de sus Apóstoles ante su crucifixión. Resucitado fue a su encuentro y los transformó en piedras firmes de su Iglesia (2 Pe 2,4-5). Nos detenemos en dos de ellos: Pedro y Judas; los dos le traicionaron sin embargo su reacción ante su pecado fue diferente. Judas no creyó en el perdón de Jesús, no se creyó digno de ser perdonado por Él; había oído de sus labios la parábola del hijo pródigo pero no la guardó en su corazón. En cambio Pedro supo esperar a Jesús. A pesar de sus negaciones le amaba tanto que no estaba dispuesto a perderle. Se encontraron a orillas del mar; Jesús Resucitado y Pedro con el corazón y el alma quebrados. Jesús le miró a los ojos como la primera vez (Jn 1,42)... y le confió sus ovejas para que se las apacentara (Jn 21,15-17). Así es como nos ama el Señor Jesús
P. Antonio Pavía
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