No es lo mismo cumplir con Dios que estar con Él. El hermano mayor de la parábola del hijo pródigo cumplía puntualmente las órdenes de su padre (Lc 15,29a), pero su corazón no estaba con él sino con sus amigos (Lc 15,29b). Jesús, enviado del Padre, abre nuestra alma para que le lleguemos a conocerle y adorarle en espíritu y verdad (Jn 4,23-24). Para llegar a conocer a Dios como Padre, es decir de tú a tú, es preciso que la línea divisoria que hay entre el Cielo y la tierra sea rasgada; línea que impide que el hombre tenga una relación filial, íntima con Dios como Padre. La línea divisoria estaba simbolizada por un tupido velo que cubría la entrada en el recinto sagrado llamado, Santo de los Santos, del Templo de Jerusalén. Nos dice Lucas que a la muerte de Jesús, este velo se rasgo anulando así la línea divisoria entre Dios y nosotros. Roto el velo, Jesús grito: ¡Padre en tus manos encomiendo mi Espíritu! (Lc 23,45-46). Es por eso que una vez resucitado, Jesús se apareció a María Magdalena y le confió esta bellísima misión: "Vete donde mis hermanos y diles: Subo a ‘mi’ Padre y a ‘vuestro’ Padre; a ’mi’ Dios y a ‘vuestro’ Dios”. Y todavía hay quien se pregunta: ¿Vale la pena buscar a Dios?
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario