El miedo es un estigma que nos golpea con cierta frecuencia. Los discípulos de Jesús no estamos exentos de este estigma pero confiamos en Él, nuestro Buen Pastor, que tiene poder para calmar nuestras angustias y ansiedades. Si oramos, más con el corazón que con los labios, en el Salmo llamado "El Señor es mi Pastor" (Sl 23), vemos que aunque caminemos por valles de tinieblas, éstas tienen sus líneas rojas, infranqueables, marcadas por Jesús. Leamos "Aunque camine por valles de tinieblas no temeré, porque tú vas conmigo". Ahí radica nuestra esperanza; en que Jesús sabe por dónde nos lleva y que caminando al ritmo de sus pasos, aún con el sufrimiento de nuestra cruz a cuestas, no hay lugar para la desesperación. Es nuestra relación de pertenencia con Jesús, pertenencia por haber acogido su llamada al Discipulado, la que imprime la Paz en nuestro corazón. Discípulos de Jesús que por guardar la Palabra tenemos la experiencia de que Él camina delante de nosotros convirtiendo nuestras tinieblas en luz, como profetizó Isaías (Is 42,16).
P. Antonio Pavía
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