Los cristianos nos jactamos en muchas ocasiones de conocer el pensamiento de Dios. Hemos escuchado catequesis, homilías, predicaciones diversas…y nos arrogamos el derecho de conocer a Dios. Es una presunción enorme, nosotros, que deberíamos tener la prudencia suficiente como para no interpretar libremente sus enseñanzas.
Y así seguimos en nuestra ignorancia con afirmaciones tales como: “…todos nos salvaremos…”; o “…esto no lo quiere Dios…”; “…no creo que sea pecado, yo no lo considero así…”; “…Dios es amor, por tanto, el amor es indiscriminado entre hombre y mujer, o dos personas del mismo sexo…”.
Nos dice Pedro: “…Pero, ante todo, tened presente, que ninguna profecía de la Escritura puede interpretarse por cuenta propia, porque nunca profecía alguna ha venido por voluntad humana, sino que hombres, movidos por el Espíritu Santo, han hablado de parte de Dios…” (2P. 1. 20-21)
Tenemos una fuente segura de conocimiento de Dios: su Santo Evangelio. En él Dios ha comunicado todo lo que el hombre necesita para su salvación. Alo largo del camino de Jesucristo por el mundo, hubo muchas más enseñanzas que no han quedado reflejadas en los libros; como nos dice Juan en la conclusión (epílogo) del Evangelio escrito por él: “…Hay además otras muchas cosas que hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni todo el mundo bastaría para contener los libros que se escribieran.”(Jn 21, 24-25)
“A Dios nadie lo ha visto jamás. El Hijo Único, que está en el seno del Padre, Él lo ha contado” nos dice Juan en el Prólogo de su Evangelio.
Y así, muchas veces inventamos un dios (con minúscula), cómodo, a nuestra manera, que acepta y disculpa nuestros errores, que se enerva ante la injusticia y disculpa el “ojo por ojo”, como justa medida. Que nos permite perdonar al prójimo pero no olvidar las ofensas…”perdono pero no olvido…”. Ese dios no existe, es inventado.
Y vemos en las redes sociales, personas que se dicen cristianas, que piden firmas para responder a los ultrajes con un daño mayor para los culpables…Personas, que se dicen cristianas, que cacarean sus logros espirituales y las bondades de su buen hacer…
El cristiano no se defiende de las injurias…tiene quien le defiende: Jesucristo. Como dice el Salmo: “…tomó al Altísimo por defensa…” (Sal 91,9) que en la Biblia se conoce como A LA SOMBRA DEL OMNIPOTENTE. Pues bien sabemos que podemos refugiarnos bajo las alas de Cristo, que son los brazos abiertos en la Cruz, abrazando a todo el género humano.
Por tanto, El Evangelio, y las enseñanzas de nuestra Madre, la Iglesia, con la Tradición Apostólica, y el Catecismo de la Iglesia Católica, son las fuentes seguras que nos darán el verdadero conocimiento de Dios.
Pongámonos en sus manos, en humilde oración ante el Sagrario, donde Jesús nos habla.
“…A la sombra de tus Alas canto con júbilo…”(Sal 63)
Alabado sea Jesucristo
(Tomás Cremades)
No hay comentarios:
Publicar un comentario