miércoles, 25 de abril de 2018

¡AQUÍ ESTOY, SEÑOR!



(Del Sacramento de Confirmación de nuestros hermanos de la Comunidad María Madre de los Apóstoles, y veintiún alumnos del colegio Claretiano Mater Inmaculata, celebrada en la Parroquia de San Ireneo la tarde del 21 de Abril de 2018. Presidida por D. Alberto, Canciller delegado por el Obispo Auxiliar de la Archidiócesis de Madrid, y concelebrada por el Párroco D. Pedro y el Misionero Comboniano D. Antonio Pavía, Director Espiritual de nuestra Comunidad)

Todos sabemos que el cuarto domingo de Pascua se dedica a la celebración del “Buen Pastor” Jesucristo, nuestro Señor. Y no es casualidad que en este día se celebrase esta hermosa fiesta en la que los confirmandos dan fe cierta y verdadera de su deseo de pertenecer a la Iglesia Católica de Roma, siendo fieles a los mandamientos de Dios y de la Iglesia, reconociendo su fe mediante el rezo el Credo. 
Y digo que no es casualidad, porque “nada” es casualidad para un cristiano: es “Providencia de Dios”.
Como no podía ser de otra forma se inició con la Eucaristía, la “Acción de Gracias” por excelencia, en la que en este día teníamos todos un motivo especial que añadir: Nuestros hermanos de Comunidad: Carole, Emilia, Luis y Pepe, (además de los ya nombrados alumnos), públicamente confirman su deseo ferviente de pertenencia.
Para nuestra Comunidad María Madre de los Apóstoles es un “nuevo abrazo de Dios”. Y lo digo, como sabemos todos los miembros de ella, porque no hace aún un año, el pasado mes de Julio, nuestra hermana Carole, recibía al mismo tiempo los sacramentos del Bautismo y la 1ª Comunión; y en esta fiesta actual, confirma su amor y adhesión a Dios y a la Iglesia.
Es una gracia inmensa del Señor a ella, en primer lugar, y a su familia; y es una gracia inmensa también a los hermanos Emilia, Luis  y Pepe y a sus familias. Y, en la parte que nos toca, a toda nuestra Comunidad
Se estremeció mi alma al oír las primeras palabras de D. Alberto, al nombrar a cada uno por su Nombre. Y al oír la respuesta: ¡Aquí estoy, Señor!, me vino a la mente lo que antes apunté de la casualidad: Jesús, nuestro Buen Pastor llama por su Nombre a cada una de las ovejas, las ovejas que hoy han confirmado su presencia con el: Aquí estoy, Señor. Y las ovejas han conocido su Voz, y le siguen (Jn10, 11-18)
Aquí estoy para lo que mandes, para que escuche tu Palabra, tu Evangelio. Aquí estoy porque quiero ser tuyo, porque el lobo (Satanás) no me engañará; porque el Buen Pastor ha dado su Vida por mí, por cada uno de los que ahora se confirman, por todos los que queremos ser sus discípulos…Y te prometemos escuchar tu Voz (tu Evangelio), y seremos ovejas de tu rebaño, y sólo Tú serás nuestro Pastor.
El acto continuó con la señal de la Cruz sobre la frente, ungiéndola con aceite, el “aceite” del Espíritu Santo. Y la imposición de manos, sobre la cabeza de los confirmandos invocando al mismo Espíritu Santo, acto que se conoce como “epíclesis” (del griego epíklesis, invocación). Es fundamental en esta y en las celebraciones litúrgicas, para que descienda el Espíritu Santo, y colme de gracias a los celebrantes.
En este acto van acompañados por un @ padrino @ que, con la mano en el hombro presentan a su apadrinado al Canciller para obtener la bendición. Éste, después de la imprecación al Altísimo, le despide con un beso en la mejilla, símbolo del “beso santo” de la paz que nos habla Pablo, que en la Escritura se llama “ósculo”, símbolo de la pureza, unidad, amor y sinceridad, como hermanos en Cristo que somos, una práctica recomendada en los siguientes textos de la Escritura: 
“…Saludad a todos los hermanos con el besos santo…” (1 Ts 26) “…Saludaos unos a otros con el beso santo…” (Rm 16,16) “…Saludaos unos a otros con el beso de amor…”(1 P 5,14)
La unción con aceite era una práctica muy común en tiempos de Cristo, y nos lo recuerda la Carta de Santiago: “… ¿Está enfermo alguno de vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él, y le unjan con óleo en nombre del Señor…” (St 5, 15). Sin embargo no podemos caer en el error de pensar que la unción con aceite limpia el alma.  Lo único que limpia y sana el alma es la Sangre de Cristo que lava el alma en preparación para la muerte. 
Pues damos gracias a Dios, en nombre de los hermanos confirmandos, y de todos nosotros. Él se ha fijado en ellos y en la Comunidad María Madre de los Apóstoles, para que, enviando su Mensaje a la tierra, su Palabra corra veloz… (Sal 147)

(Escrito en la Comunidad María Madre de los Apóstoles por Tomás Cremades)

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