Estando Juan en la cárcel, envía a sus discípulos a preguntar a Jesús: ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro? Jesús les respondió: “Id y contad a Juan lo que oís y veis: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva; ¡y dichoso aquel que no halle escándalo en mí!”
Y nos hace meditar esta situación: Juan es tentado de duda; poco tiempo antes ha bautizado a Jesús, le ha reconocido con Mesías cuando dice: “Soy yo el que necesita ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? (Mt 3,14) Jesús responde: “Déjalo ahora, conviene que así cumplamos toda justicia”
Y leemos en (Jn 1,29): “…al día siguiente ve a Jesús venir hacia él y dice: “He ahí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Este es por quien yo dije: Detrás de mi viene un hombre que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo…”
¿Cómo, pues, este desvarío? Juan en la cárcel, es testigo de sus penalidades; ha abandonado todo para ir al desierto anunciando el Reino de Dios, y la inminente venida del Mesías. Lo encuentra-o cree ahora haberlo encontrado-, y Jesús no le salva de su cautiverio…
Ciertamente que Jesús podría haberlo sacado de la cárcel. Pero ese no es el plan de Dios. En el episodio del Bautismo, Jesús le dice unas enigmáticas palabras: “conviene que así cumplamos toda justicia”
¿Qué quiere significar Jesús con estas palabras? Realmente, la palabra “justicia” está aquí interpretada con otra connotación diferente de lo habitual. En nuestra mentalidad occidental, entendemos mejor la palabra justicia en lo que refiere a la “justicia distributiva”, de dar a cada uno lo que lo que corresponde por un trabajo realizado, o una actividad que se ha de remunerar.
Aquí “justicia” se refiere a “ajustarse a “, es decir, ajustarse al plan de Dios. Es un ajustarse como se ajusta una mano a otra, como se complementa algo a otro algo que sin ello quedaría suelto.
Y en ese plan de Dios-en el Bautismo-, el plan de Dios era ese, en ese preciso momento.
Y fue necesario el encierro de Juan en la cárcel, según el plan de Dios, para que Jesús diera ese testimonio de su llegada, avisando por medio de signos sensibles-los milagros- que Él era el Mesías prometido.
Alabado sea Jesucristo
(Por Tomás Cremades)
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