Esta sociedad donde vivimos, y en los tiempos en que nos ha tocado vivir, observamos el mundo que nos rodea, y vemos con “temor y temblor”, por usar términos bíblicos, cómo los hombres necesitan tener ídolos en su vida.
Y así, vemos cómo el mundo está pendiente de los millones del traspaso de un determinado deportista. O cómo se gasta el dinero en determinadas concentraciones de jóvenes para “adorar” a un cantante.
Es posible que estas personas, jóvenes fundamentalmente, con trabajos posiblemente precarios en tiempo y en dinero, lo gasten para ver a determinados cantantes, con un pensamiento de: “…mañana ya buscaré cómo y dónde poder conseguir más, para seguir sobreviviendo…”.
Al margen de la sociedad de consumo, y el mundo de la publicidad, que sin duda pueden ser necesarios bajo determinados parámetros, al margen de que determinados clubes estén dispuestos a pagar lo que sea, en una carrera sin fin hacia no se sabe qué…me detengo a pensar en la otra faceta del hambre del mundo; mundo con sus desigualdades…
Nosotros luego nos acostamos en nuestra cama, o comemos en una mesa sentados naturalmente en la correspondiente silla, ¡faltaría más! ¡Qué perogrullada! Pero nos olvidamos que en el Tercer Mundo hay personas que no tienen silla donde sentarse, o mesa donde comer; claro, tampoco tienen comida que llevarse a la boca. De eso no nos preocupamos.
Tenemos necesidad de seguir alimentando a “los fabricantes de ídolos”, seres de barro que no pueden salvar. Y así discurren los que tienen su ídolo de madera y rezan a un dios que no puede salvar (Is45, 15-25)
¡La salvación! ¡Qué tontería, inventada por la Iglesia! Si el hombre carece de alma. El tema no es nuevo, si leemos la cita del profeta. E Isaías nos recuerda en los pasajes descritos, que ya en el libro del Deuteronomio Moisés entonaba el Shemá Israel: “…Escucha Israel…uno sólo es el Señor…”
Y nos lo recuerda el Salmo 135:
Los ídolos de los gentiles son oro y plata, hechura de manos humanas,
Tienen ojos y no ven, tienen boca y no hablan,tienen orejas y no oyen, nariz y
No respiran…
¡Sean como ellos los que los hacen, los que en ellos ponen su confianza!
(Tomás Cremades)
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