Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación…” Bien cierto, que Dios ha estado siempre con mirada providente sobre nosotros; pero el problema es que nosotros no nos damos cuenta de ello…Él ha actuado en nuestra vida, y siempre hemos pensado en la suerte, la nuestra o la de los demás.
Normalmente hemos pensado que el otro tenía más suerte que yo. Y el salmista, inspirado por Dios, aclara esto que quizá nunca habíamos pensado: que Él siempre ha sido nuestro refugio.
Y continúa: “…antes de que naciesen los montes, desde siempre tú eres Dios. Efectivamente, antes que naciesen los montes…Los montes donde habitan nuestros pequeños dioses, que nos apartan de Dios. Estos dioses, aparentemente más agradables, nos apartaron de Dios. Eran más agradables porque nos hacían importantes a los ojos de los demás, no denunciaban nuestra conducta, y acallaban nuestra conciencia, adormecían nuestra fe, nos separaban de Dios.
Y Dios esperaba, y esperaba. Por eso dice el Salmo: “…aunque uno viva setenta años, y el más robusto hasta ochenta, la mayor parte son fatiga inútil, porque pasan aprisa y vuelan…” Y qué razón tiene el Salmo; todos hemos comprobado que, con el paso de los años, el tiempo vuela!!
Y si miramos un poco atrás, vemos lo que pudimos hacer y no hicimos, o lo que hicimos mal, porque Dios no era el Único; era, en el mejor de los casos, de los primeros alicientes de nuestra vida. Nos recuerda el Salmo: “…enséñanos a calcular nuestros años para que adquiramos un corazón sensato…”
Un corazón que sepa discernir, porque la vida se acaba y hemos de mirar nuestras manos vacías…Ahí está la sensatez. Solamente Dios podrá hacer prósperas las obras de nuestras manos, tal como termina el Salmo.
(Tomás Cremades)
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