El día de Pentecostés, después de la predicación de Pedro, Lucas señala que los oyentes "con el corazón traspasado" - según texto original- le dijeron ¿Qué hemos de hacer? El -qué hemos de hacer- indica disponibilidad para poner su vida en las manos de Aquél a quien habían crucificado desmarcándose así del voluntarismo que había su vida. Su -qué hemos de hacer- en vez de -voy a hacer-, indica un salto cualitativo de fe, propio de quienes se dejan traspasar el corazón por la Palabra (Hb 4,12). El acontecimiento salvífico del día de Pentecostés supuso el cumplimiento de la promesa que nos fue dada por Dios por medio de Ezequiel de que cambiaría nuestro corazón de piedra por uno de carne (Ez 36,26). Un corazón de piedra, en general lo hemos tenido todo, es diríamos, inmune al Evangelio… al ser de piedra la Palabra leída o escuchada rebota en ella. Vemos la maravilla insondable del Amor de Dios en el hecho de que para que Dios cumpliese la promesa dada por Ezequiel, permitió que en el Calvario, un soldado traspasase con una lanza el Corazón de su Hijo clavado en la Cruz. Juan, lo vio y dio testimonio de ello (Jn 19,31-37). En esa tarde santa del Calvario Dios cumplió por medio de su Hijo, el del Corazón traspasado, la promesa de darnos un corazón traspasado como el suyo… promesa que vimos cumplida en primicias en los que escuchando con el oído abierto a Pedro, se dejaron traspasar por la Palabra que Él puso en sus labios… Es una promesa para quienes buscan y desean ser sus Discípulos con todo su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas.
P. Antonio Pavía - comunidadmariadreapostoles.com
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