Entonces Pedro, tomando la palabra le dijo: “Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué recibiremos, pues?” Jesús, les dijo: “Yo os aseguro que vosotros que me habéis seguido, en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en su trono de gloria, os sentaréis también vosotros en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y todo el aquel que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o campos por mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará la Vida Eterna”.
Aparece aquí una palabra enigmática: “la regeneración”. Los exégetas, que interpretan las Escrituras, hablan de este término anunciando la “era mesiánica” inaugurada en la Iglesia con la Resurrección de Jesucristo. En el libro de los Hechos de los Apóstoles, Pedro hablando al pueblo, nos dice: “…Arrepentíos, pues, y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados, a fin de que del Señor venga el tiempo de la consolación y envíe al Cristo que os estaba predestinado, a Jesús, a quien debe retener el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de que Dios habló por boca de sus santos profetas.
Y continúa su discurso apoyándose en Moisés cuando dijo: “El Señor Dios os suscitará un profeta como yo de entre vuestros hermanos; escuchadle todo cuanto os diga. Todo el que no escuche a ese profeta será excluido del pueblo” Y todos los profetas desde Samuel en adelante, todos cuantos han hablado, anunciaron también estos días (Hech 3,19-25)
Nuevamente Pedro habla en nombre del grupo. Es el portavoz de los apóstoles; y llama la atención esta petición de Pedro a Jesús. Desde el punto de vista humano entra dentro de la lógica; ellos han dejado todo por seguirle, y en más de una ocasión se preguntarían qué beneficio iban a tener ellos con este seguimiento. Al oír hablar al Maestro del fin terrenal que iba a tener, con su martirio, no podrían por menos de pensar que no todo podía acabar así; pero sus mentes y su corazón aun no estaban preparados.
Por eso la respuesta de Jesús quita toda duda de sus mentes. Comprende sus inquietudes. Y les anuncia toda clase de bienes ya en este mundo y al fin la Vida Eterna como premio. Pero les añade que en este mundo tendrán persecución a causa de su Nombre.
Y lo anunciado a los apóstoles, es válido para nosotros; nosotros, los discípulos que queremos ser de Jesús, probablemente no habremos dejado padres o hermanos o casas. Los sacerdotes, religiosas y religiosos sí. El Señor llama a la vocación ministerial a los que Él designa; y los casados y solteros, aun cuando no dejamos a la familia, tenemos otra misión no menor; hemos de llevar a Cristo a nuestras familias, a nuestros hijos, a nuestros hermanos, al mundo de nuestro trabajo; hemos de tener el tiempo suficiente para dedicarlo a la oración y a la evangelización; tenemos una misión que cumplir.
Descubramos nuestra misión a la que somos llamados; preguntemos al Señor: ¿Qué quieres que haga?, o mejor: ¿Cómo me puedo dejar hacer por ti?
No pensemos en el premio. Eso se lo dejamos a Él. Y como dice san Pablo: “…Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó lo que Dios preparó para los que lo aman…” (1 Cor 2,9)
Alabado sea Jesucristo
No hay comentarios:
Publicar un comentario