A veces, necesitamos “comparar” para entender, parece que así ponemos mejor a cada cosa en su sitio. El propio Jesús nos enseña de este modo en algunas de sus parábolas, como la del grano de mostaza: “¿A qué es semejante el reino de Dios y con que lo compararé? Es semejante a un grano de mostaza que un hombre tomo y echó en su huerto, y creció y se hizo árbol y las aves del cielo anidaron en sus ramas” Lc. 13:18-19. De manera sencilla quería hacernos comprender la grandeza del Cielo, con ejemplos cotidianos. Y de esta forma prepararnos en nuestro caminar hacia el Padre.
Hasta ahí, bien, porque El estaba. Pero ¿y cuando no estuviera? ¿Quién nos guiaría de forma certera? Y nos habla de un Paráclito (en griego parackletos) que significa “uno llamado al lado del otro”. Y El será quién nos ayude a entender. Esto suena muy bien. Pero, ¿con qué lo compararía yo?. Y parece ser, que Dios, me echó un “cable”. ¿Un cable? Si eso es. Creo que todos sabemos descolgar un teléfono y hablar con la persona que está al otro lado. Pero no sé si sabemos valorar la función que tiene el “cable”, sin el cual sería imposible la comunicación. Entonces el Paráclito (Espíritu Santo) es como un cable que está conectado a la fuente de alimentación (Jesús) y llega hasta nosotros que somos sus receptores. Y no un cable cualquiera, ¡un cable de fibra óptica! Que es conductor de luz.
Jesús nos dijo “Yo soy la Luz del mundo” (Jn.8:12) Y la única manera de permanecer en esa “Luz”, es invocar al Espíritu Santo, para no caminar en tinieblas. Y si El nos guía, sabremos que esa “Luz” no se dispersará y su “señal” nos llegará de forma clara y fiable.
Y parafraseando el “Veni Creator” te pido:
Enciende con tu Luz nuestros sentidos
Infunde tu amor en nuestros corazones
Y con tu perpetuo auxilio
Fortalece nuestra frágil carne.
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