Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo, que nos reconforta en todas nuestras tribulaciones, para que nosotros podamos dar a los que sufren el mismo consuelo que recibimos de Dios.
Cor,2:3-5
HAS ACOSTUMBRADO
Has acostumbrado a mi alma a cosas tan grandes, has puesto ante ella tanta belleza, tanto consuelo, tanto sentido para vivir, que ya no se conforma con nada que no sea sublime, eterno.
Todo es pérdida ante ti, Señor, todo se desvanece si se compara y, a su vez, todo tiene sentido en ti.
Nuestro nacimiento a ti nos acostumbra a lo eterno, nos esclaviza a tu belleza.
Lo que viene de ti, nos explica a los demás, a los que nos rodean y todo en la vida cobra sentido porque tú lo impregnas de tu ser.
Así es tu elección, no se puede elegir conocerte a medias, o se elige el camino de la luz, os se queda uno al otro lado: no hay posibilidad de estar en ambos sitios a la vez.
Nacidos a tu pureza, impregnas nuestro corazón de sentidos que ya no pueden dejar de degustarte cada día.
El mandamiento del Señor es puro y alumbra los ojos
Salmo 19,8
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