Hoy se celebra litúrgicamente la Fiesta de San Manuel González, casi contemporáneo nuestro, Obispo de Málaga y Palencia, y Fundador de las Misioneras Eucarísticas de Nazaret. San Manuel es conocido a lo largo y ancho del mundo como el Obispo de los Sagrarios Abandonados. Es más que imposible detallar en pocas líneas la grandeza de este hombre, por lo que me limitaré a señalar la que me parece su faceta más significativa, y que es la irresistible atracción que el Corazón del Hijo de Dios ejercía sobre él desde el Sagrario. Es como si el Fuego de Dios prendiese en su interior y le confiriese una vitalidad sobrehumana que le llevaba al encuentro de las ovejas más necesitadas de su inmenso rebaño. Dios le hizo saber que si bien los corazones de estos hombres parecían fríos y distantes respecto a la vida espiritual, no era por desdén o maldad, sino por la multitud de golpes que la misma vida les había dado. Bien conoció San Manuel la profundidad de estas heridas de sus ovejas, y fue por ello que dedicó todas sus fuerzas a calentar y sanar tantos corazones maltrechos. Fue llevando sus ovejas hacia el Sagrario, allí con Él podrían llorar, amar y, sobre todo, ser amados por Él... algo que jamás había pasado por sus mentes; jamás habían podido imaginar que Jesús se fijase en ellos y los esperase escondido en los Sagrarios de cada Iglesia, por pequeña que ésta fuese. Estos hombres y mujeres que se dejaron pastorear por San Manuel pudieron ver y saber por sí mismos que Dios era Fuego y que ese Fuego había prendido también en ellos.
(P.Antonio Pavía)
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