Jesús, el Buen Pastor sale en búsqueda de cada oveja que se le pierde. Creo que todos los que leemos este texto, nos hemos perdido y marcado distancias más de una vez con Él. Al encontrarnos, gozoso nos ha cargado sobre sus hombros llevándonos hacia el Padre ya que como dijo a Tomás: "Nadie va al Padre sino es por mi" (Jn 14, 6). Es así como los discípulos de Jesús traspasamos el umbral de la muerte; la sortea porque Él es la Vida y nos introduce en el seno del Padre con Él (Jn 1, 18). Este glorioso desenlace está preanunciado en la parábola del hijo pródigo. Recordemos como le recibió su padre: "conmovido corrió, se le echó al cuello y le besó efusivamente" (Lc 15, 20b). Asé es como nos recibe en nuestra muerte. Dice Jesús en el pasaje de la oveja perdida (Lc 15, 4) que hay una gran fiesta en el Cielo por cada oveja que se deja encontrar y cargar por El Buen Pastor. Sí, una gran Fiesta, y para que nos hagamos una idea de cómo será ésta, un Jesús nos habla de la que mandó celebrar el padre del hijo pródigo ante su vuelta: "¡Aprisa ,traedle el mejor vestido, ponedle el anillo, matad el novillo cebado... celebremos una gran fiesta!” (Lc 15, 22). Fiesta, cuyos primeros compases y agasajos resuenan en todo nuestro ser cuando nos hemos dejado encontrar, amar y llevar por Jesús, El Buen Pastor.
P. Antonio Pavía comunudadmariamadreapostoles.com
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