Jesús compara el Reino de Dios a la semilla que un labrador siembra en la tierra. La semilla como sabemos simboliza la Palabra De Dios (Lc 8,11). Conforme crece en nosotros, crece nuestra pertenencia a Dios. Crecemos gracias a la Fuerza y Vitalidad de la Palabra y esto es lo que marca su diferencia abismal con la ley; ésta te dice lo que es moralmente bueno pero te deja indefenso ante su cumplimiento. La Palabra, que insisto, es portadora de la Fuerza De Dios, lleva a cabo en quien a ella se abraza, el mayor de los milagros: El Discipulado. No quiere decir esto que quien acoge el Evangelio de Jesús crezca "pasivamente" como discípulo. Debe de velar solícitamente por su corazón como tierra que acoje el Evangelio, y limpiarlo de abrojos, piedras, parásitos,.. que podrían dejar sin fruto la semilla. Dios es libertad, y el Evangelio de su Hijo es la expresión máxima de ella. El llamado al discipulado debe de echar mano de su libertad interior a fin de que los depredadores de la semilla que ya hemos señalado, no terminen por sofocarla como dice Jesús en este pasaje ( Lc 8,13-14).
(Antonio Pavía-Misionero comboniano)
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