Es la pregunta que se hace el Salmista ya muchos siglos antes de la venida de Cristo. Y es la pregunta que todos nos hemos hecho alguna vez, sin duda. Pero cuando llega la hora de la verdad, cuando te sientes enfermo, cuando envejeces…cuando ni te reconoces en las fotos antiguas…cuando la muerte sientes que te acecha…cuando sientes miedo…cuando ves tus manos vacías…Entonces ya no eres tan valiente, te asusta ver el Rostro del Señor, porque, a fin de cuentas, el paso a la Eternidad asusta. Y entra el pecado de la desconfianza. Creo que el mayor pecado del hombre es creer no haber sido perdonado por Dios en sus múltiples confesiones. Es simplemente, un pecado de desconocimiento de la Misericordia de Dios. Y además, ya se preocupa el mundo, con sus perversiones, de recordarte: ¿Dónde está tu Dios? Ya que te quiere tanto, ¿Por qué no te auxilia? ¿Por qué no te quita estos o aquellos pesares? Es lo que le decían a Jesucristo en la Cruz: “…Ha puesto su confianza en Dios, que le salve ahora, si es que de verdad le quiere, ya que dijo: Soy Hijo de Dios…” (Mt 27, 43) Y el Salmista, inspirado por Dios, entona el canto:”… Espera en Dios que volverás a alabarlo, salud de mi rostro, Dios mío…”
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