Un escriba que, como tal, es buen conocedor de La Sagrada Escritura, se acerca a Jesús y le dice: "Te seguiré a donde vayas". Seguramente ha escuchado con cierta frecuencia y ha sentido como sus palabras llenaban su corazon. Quizas le movió un arranque de generosidad, de nobleza. Sea como sea, Jesús no le rechaza pero le hace una puntualización sorprendente que seguro no se la esperaba: "Mira, las zorras tienen guaridas y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza". Así fue, Jesús no tuvo donde reclinar la cabeza, ni en su nacimiento ni al morir. Por otra parte, María, imagen y Madre de la Iglesia, de todo discípulo de Jesús, tampoco tuvo donde reclinar la cabeza cuando le dió a luz. Con su respuesta a este buen isrselita, Jesús está trazando las líneas maestras de todo discipulado. Atención, no está declarando que los que sigan sus pasos han de vivir a la intemperie no, le está diciendo que busquen su acomodo y seguridades, no en las líneas maestras que el mundo da a los suyos, sino en su Padre del Cielo.
La Grandeza del Evangelio, para los que en él creen, es que nos enseña a vivir, como Jesús, en las manos de su Padre... bajo su Amor y Protección y es que los discípulos de Jesús son la niña de los ojos de Dios.. ¡Cómo no va a cuidarles!
Antonio Pavía-Misionero Comboniano
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