Cuando voy a visitarte me pongo delante del Sagrario, y al hablar contigo Señor me parece que no existe nadie más en el mundo, solo estamos Tú y yo.
Mis penas del alma Tú las sabes, pero a mí me resultan muy difíciles de encontrar, pues vivo en esta sociedad en la que existe tanta idolatría…, que a veces no doy importancia a cosas, que para Tí, Señor, pueden ser pecado.
Te pido que me acompañes para dar un paseo por mi interior, y descubrir todo lo que hay dentro de mi alma y de mi silencioso corazón.
Te abro las puertas de par en par, para que puedas entrar y encontrar esas manchas en los rincones más oscuros, y que de ellas me he olvidado ya.
Tú las encuentras, y me ayudas a recordar, salen a la luz muchas miserias y pecados que escondidos estaban y no se querían manifestar.
Me siento culpable de que haya tenido que ser Dios el que al entrar conmigo en las profundidades de mi yo, haya encontrado esos sin sabores y me siento asustada cuando veo tanta fealdad que cuando iba a confesar no veía. Así poco a poco se fue acumulando tanta basura, que ya no había espacio para Tí, Señor.
Ahora, Tú has limpiado mi alma y también mi corazón, así cuando vaya a la Eucaristía podré tomar el pan y el vino, que sobre el Altar en la Consagración, se tornan en tu cuerpo y sangre Señor, ese alimento tan necesario para el alma y para el corazón.
Así, podrás vivir dentro de mí, antes ni siquiera podías entrar, pues la había llenado de tantas cosas viejas que no cabía ni una motita más.
Ahora que has limpiado Señor, todo lo que había escondido en mí, me has dejado ligera de carga y has hecho espacio en mi interior, quédate Señor a vivir en mi casa, tú me la has regalado, y es la tuya también.
Señor, nunca más me dejes acumular tantas manchas ni en mi alma ni en mi corazón.
(Elia - comunidadmariamadreapostoles.com)
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