Texto Bíblico
El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros, para que en la tierra se conozcan tus caminos, en todas las naciones, tu salvación.
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que se alegren y exulten las naciones, porque juzgas al mundo con justicia,
juzgas a los pueblos con rectitud,
y gobiernas las naciones de la tierra.
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
La tierra ha dado su fruto:
es el Señor, nuestro Dios, quien nos bendice.
¡Que Dios nos bendiga, y hasta los confines del orbe lo temerán!
Reflexiones Salmo 67 Luz para todos
Israel es consciente de haber sido elegido por Dios para ser no sólo depositario de su luz, sino también
instrumento para que la luz de Dios llegue, por su medio, a todos los confines de la tierra. Y, efectivamente, el Mesías nace en el seno de Israel, descendiente del tronco de David. Los profetas ya lo habían anunciado como luz de todas las gentes: «Yo, Yavé, te he llamado en justicia, te así de la mano, te formé, y te he destinado a ser alianza del pueblo y luz de las gentes» (Is 42,6).
El Hijo de Dios viene como luz del mundo, y así se define a sí mismo: «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida» (Jn 8,12).
El apóstol Pablo, que se sabe enviado por Jesucristo, es consciente de que está proclamando la nueva y definitiva alianza de Dios con el hombre por la fuerza del Evangelio.
Este ha sido comprado por Jesús con su sangre para el hombre. Es la nueva y definitiva alianza otorgada gratis para nosotros. Gratis porque el precio lo pagó el Hijo de Dios con su vida. Por eso, el apóstol distingue muy bien entre ley –letra–, y Palabra –espíritu–. Y así se lo oímos
decir en la segunda Carta a los corintios: «Jesús nos capacitó para ser ministros de una nueva alianza, no de la letra, sino del espíritu. Pues la letra mata mas el Espíritu da vida» (2Cor 3,6).
Jesús, luz que ilumina las tinieblas de todos los hombres, escoge a sus discípulos para que también ellos sean luz en las tinieblas. Jesucristo vive en los cristianos para privilegio no solamente de ellos sino de todos los hombres.
La misericordia de Dios alcanza a toda la humanidad, aunque la misión de ser luz no sea para todos.
En este contexto percibimos a los discípulos como servidores de sus hermanos, haciéndoles visible la luz para que todo hombre pueda glorificar a Dios y encontrar así la salvación: «Vosotros sois la luz del mundo.
El apóstol Pablo, en su catequesis –carta– a los cristianos de Filipos, les anuncia que Dios les ha llamado para brillar como antorchas en el mundo. Y más aún puntualiza, que los hombres recibirán la luz cuando les sea presentada la palabra de vida.
El mismo apóstol dirá a los efesios que la Palabra que ha llegado sobre ellos es la luz que les ha rescatado de las tinieblas. Y lo dice con unas palabras fortísimas en el sentido de que no sólo vivían en tinieblas, sino que eran tinieblas; así como ahora no solo viven en la luz, sino que son luz: «Porque en otro tiempo fuisteis tinieblas; mas ahora sois luz en el Señor. Vivid como hijos de la luz» ( Ef 5,8)
(P.Antonio Pavía)
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