Las leyes ponen a cada uno en su sitio, al transgresor se le pone un castigo proporcional a su delito. Esto que tiene su validez en toda sociedad para alcanzar un mínimo de convivencia, no es aplicable a Dios que no nos pone en nuestro sitio como la ley, sino junto a Él. El Evangelio de hoy nos habla de la corrección al otro en el contexto de la Misericordia. Se corrige al que ha caído, no dándole lecciones, pues agravan más sus heridas. La corrección evangélica se hace desde la cercanía amorosa con el fin de recuperar al que ha sido seducido por Satanás. Solo quien ha sido recuperado con amor por El Buen Pastor está en condiciones de derramar Misercordia sobre aquel a quien ha de corregir.Todo hombre hundido reconoce el suave perfume de la Misericordia, el perfume que les devuelve la ilusión por vivir de pie. Corrijamos no para hacer valer nuestras razones sino para levantar a nuestros hermanos a la altura que les corresponde..la de Dios su Padre
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