Hay un error de base en considerar a la gente que vamos a la Iglesia como “gente perfecta”. Y, cuando te acercas a ellos, a nosotros, te das cuenta de lo imperfectos que somos. Y esto, siempre y cuando te acerques con la curiosidad, hasta quizá, “bien sana”, de querer conocer, de querer saber. Lo cual es un primer estadio para entrar.
Y es que el ser humano adolece de muchos defectos, leves o incluso graves. No somos los cristianos una excepción, ni un grupo de élite. Eso sí, somos personas que queremos encontrar a Dios, que queremos conocerle. Nadie ama lo que no conoce. Por tanto, no podemos amar a Dios si no le conocemos. Y para conocerlo, hay que buscarlo.
Es verdad que Él se nos revela cada día, y en muchos momento del día, para intimar con nosotros. Pero quizá estemos muy ocupados en nuestras cosas, y no tengamos tiempo para Dios. Y con esto, no quiero decir que no nos ocupemos de los quehaceres de cada día, pues esto también es necesario. El problema es “ignorar” a Dios.
Otras veces, cuando hablamos de Dios, te dicen: “…no necesito a Dios…He vivido siempre sin Él, y nunca me ha hecho falta”.
Los más contrarios a la fe de Jesucristo, aprovechan los escándalos y pecados de los cristianos, y ministros de la Iglesia, para atacarla, y no sin razón, pues la Iglesia, constituida por hombres y mujeres pecadores , no está exenta del pecado de sus hijos, y esto nos interpela a todos, también a los cristianos. Deberíamos ser un ejemplo de virtud, y sin embargo, sujetos como estamos al pecado original, somos igual de pecadores que los demás.
En el título propuesto: LA GENTE IMPERFECTA, me refiero precisamente a los que nos llamamos cristianos. Pero hay algo que nos distingue: somos pecadores, pero no queremos serlo. Dice Jesús: “…los publicanos y prostitutas os llevan la delantera en el Reino de los Cielos...” (Mt 18, 21-35)
¿Y cómo es eso? Pues sencillamente, porque al menos, saben que son pecadores. No hay más necio, que el que no quiere saber. Necio, en sentido bíblico, como opuesto a la Sabiduría que viene de Dios. Y porque sabemos de nuestro pecado, nos acercamos a Dios, Médico de las almas. “…no necesitan médico los sanos, sino los enfermos…” (Mt 9, 9-13)
Una última aclaración: la perfección. Es una palabra que nos induce a error. Si tenemos en cuenta la etimología de las palabras, vemos que “perfección”viene del latín: “per facere”. Si recordamos el verbo “hacer”: Facio, facis, facere, feci, factum, que significa “hacer”, comprendemos mejor: Per-fecciónes “un camino por hacer”.
Por lo tanto el que busca ese grado de perfección, o busca la perfección en cualquier trabajo o rama del saber, está realizando un camino para “llegar a ser”. De ahí que la perfección cristiana, o la gente perfecta, es la que está haciendo ese camino para llegar a ser, hacia Dios.
Cuando Jesucristo dice: “…sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto…” (Mt 5,48) está siguiendo este criterio. Nos pide que nos pongamos en ese camino de búsqueda de Dios.
Abramos nuestros sentidos al amor de Dios, revelado en el Evangelio de Jesucristo, porque Él conoce nuestro barro, y sólo pide ser amado en la libertad de los hijos de Dios, permitiendo, incluso el rechazo de ellos.
(Por Tomás Cremades)
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