Él envía su mensaje a la tierra y su Palabra corre veloz. (Sal 147)
Las personas mayores, también las menos mayores, todos, tenemos recuerdos de nuestra infancia, que, lejos de torturarnos por la infancia o juventud pasada, de lo que pudimos o no pudimos hacer, de lo que debimos o no debimos hacer, ahora me doy cuenta de que no fueron experiencias baldías sin sentido, sino que todo forma parte de un plan pensado por Dios para cada uno de nosotros, en ese caminar maravilloso en el que nuestro Compañero de viaje-Jesucristo-, se coloca como Maestro. Para Dios somos un PENSAMIENTO DE DIOS Y UN LATIDO DE SU CORAZÓN, en palabras del Papa san Juan Pablo ll.
Digo todo esto porque recordaba, de niño, como de unos diez años, que en el estrado del profesor, que era un hermano Marista, una semana apareció la imagen, no de un santo, no del fundador nuestro querido San Marcelino Champagnat, sino de un teléfono. En esa época no había teléfonos móviles-ya lo sabemos, pero a lo mejor este escrito se lo enseñan a algún hijo nuestro-; el caso es que apareció un teléfono. Al comenzar la clase, siempre rezábamos una oración y terminábamos con una jaculatoria al querido fundador, para que rogara por nosotros. Eso sí era “la buena educación” que recibíamos, contra la “mala educación “de una desafortunada película que aun existe por ahí de un exitoso y aplaudido director de cine español.
Pues el hermano en cuestión nos contó la pequeña anécdota del “teléfono” que había colocado en la pared del aula. Nos dijo: Cuando comenzamos a orar, lo primero es hacer la señal de la Cruz, y luego ya podemos dirigirnos a Dios; es como cuando queremos hablar con alguien que está lejos de nuestra casa: primero marcamos el número, para que el otro descuelgue.
Cuando queremos hablar con Dios, al hacer la señal de la Cruz, guía de nuestra vida terrena, SIEMPRE, al otro lado, se pondrá el Señor a escucharnos. Él nunca estará reunido y no nos puede atender, no estará de viaje, y no tendremos que dejar el mensaje en el buzón de voz.
Y cada vez que realizamos algo bueno, cada vez que enseñemos a otro la bondad, cercanía y Amor de Dios, cada vez que enviemos un escrito similar a este, pues esta es su intención, cada vez…su Palabra corre veloz (Sal 147)
Dejemos que Él hable con nuestra boca, no seamos egoístas cuando tenemos una inspiración de Jesús en nuestra mente, compartamos su Palabra con los hermanos. A veces veo personas que por timidez, no levantan la voz para expresar sus sentimientos, pensando, quizá, que los demás se reirán de ellos… ¡Dejemos que su Palabra corra veloz!
Su Palabra quema dentro de las entrañas, y no podemos dejar que el Enemigo se la lleve. Lo que a una persona puede no inspirarle nada, a otra es la Palabra que estaba necesitando…Dios es así. Él habla en el susurro de la noche: “…hasta de noche me inspiras internamente…” (Sal 15)
Jeremías nos revela: “...era tu Palabra en mi corazón como un fuego devorador, cuando encontraba Palabras tuyas las devoraba…” (Jer 20,9)
Pues dejémonos quemar por este “fuego” del Señor, que abrasa de Amor en las entrañas, pero que es “más dulce que la miel” (Sal 119, 103)
Alabado sea Jesucristo
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