La Resurrección de Cristo, aquel hebreo llamado Jesús, reconocido como “El Nazareno”, constituye el hecho nuclear que fundamenta y alimenta nuestra fe. Fe que comporta algo más que sentimientos, y que prendió en sus discípulos, al comprobar que estaba ¡vivo y presente junto a ellos! tras su dolorosa pasión y muerte transcurridos tres días, tal como lo anunció.
Tras ella (la Resurrección), los discípulos redactaron el Nuevo Testamento. Pues vieron verificada la Verdad y la Fidelidad de su Palabra, sintiéndose testigos oculares privilegiados de estar junto al Salvador de Israel, el Mesías esperado, pues en Él se habían cumplido fielmente y hechas presentes todas las profecías y promesas anunciadas por los Profetas de Dios, en favor de su pueblo. Comprendiendo que en la divina persona de Cristo coexistían la naturaleza humana y la naturaleza divina. Y así quedó por su sangre derramada en la Cruz, sellada y extendida, una nueva y eterna Alianza de Dios universalizada, es decir, con todos los hombres y pueblos de la Tierra.
Ellos lo vieron, lo palparon. Nosotros, por la fe, lo acogemos bajo el influjo y la gracia del Espíritu Santo, derramado (según su Palabra) a todo corazón humano de ayer, hoy y mañana.
Presencia real del Señor Resucitado, que fue vivida y compartida en muchas ocasiones con sus discípulos, y que están recogidas en el Libro de los Hechos de los Apóstoles.
Este hecho sobrenatural de la Resurrección de Cristo, desde nuestra historia cristiana, se recuerda y proclama diariamente en la celebración eucarística, diciendo: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu Resurrección. Ven, Señor, Jesús”. Resurrección no proclamada tan claramente desde nuestra religiosidad popular al escenificar por calles y plazas su Pasión, Muerte y Resurrección durante nuestra Semana Santa. Porque desgraciadamente ninguna de las luminosas y gozosas escenas de Cristo felizmente resucitado ante sus discípulos no aparecen, porque aún… no han sido creadas por la gubia de nuestros buenos imagineros y, en consecuencia, no queda bien proclamada ni escenificada cumplidamente ante el pueblo. Cabe preguntarse: ¿Por qué dejan tan velado este hecho tan crucial para nuestra vida de Fe?¿Acaso no hemos asimilado plenamente su Resurrección?
Sin proclamar debidamente este acontecimiento, lamento decirlo, vano es nuestro anuncio catequético escenificado, “por incompleto” (al margen de su plasticidad y belleza), como bien dijo San Pablo en (1 Cor, 15, 14).
Tres Cantos, a 14 de Abril de 2017
NIF: 30785144N
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