Texto Bíblico
Te ensalzaré, Señor, porque me has librado, y no has dejado que mis enemigos se rieran de mí.
Señor, Dios mío, a ti grité, y tú me sanaste.
Señor, sacaste mi vida de la tumba,
me hiciste revivir de entre los que bajan a la fosa.
Tocad para el Señor, fieles suyos, alabad su memoria sagrada.
Su cólera dura un instante,y su favor la vida entera.
Al atardecer viene el llanto, por la mañana, gritos de júbilo.
Yo decía tranquilo: «¡No vacilaré jamás!».
Tu favor, Señor, me aseguraba el honor y el poder, pero escondiste tu rostro,
y quedé turbado.
A ti, Señor, grité, supliqué a mi Dios:
«¿Qué ganas con mi muerte, con que yo baje a la fosa? ¿Acaso te alaba el polvo,
o proclama tu fidelidad?
iEscucha, Señor, y ten piedad de mí! iSeñor, socórreme!».
Cambiaste mi luto en danza,
me desataste el sayal y me has vestido de fiesta.
Por eso te canta mi ser y nunca callará. Señor, Dios mío, te alabaré por siempre.
Reflexiones Salmo 30.- Me has vestido de fiesta
El salmista, emocionado por la protección que Dios le ha dado, llega a decirle: «Cambiaste mi luto en danza, me desataste el sayal y me has vestido de fiesta».
Esto nos lleva a la visión que tuvo el apóstol Juan de la gran fiesta triunfal que nos cuenta en el libro del Apocalipsis: «Había una muchedumbre inmensa, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y el Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Esta visión describe el triunfo celeste de aquellos que apoyaron toda su vida, en Dios. Continuamos com la visión de Juan: «uno de los Ancianos tomó la palabra y me dijo: “Esos que están vestidos con vestiduras blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?”. Yo le respondí: “Señor mío, tú lo sabrás”. Me respondió: “Esos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre del Cordero”» (Ap 7,13-14).
En la Escritura, el blanco simboliza la victoria; pero antes han pasado por la tribulación que ya había sido profetizada por Jesucristo: «.. Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo! yo he vencido al mundo» (Jn 16,2.33).
En Jesucristo y en su victoria, el hombre pasa del sayal de la tribulación al vestido de fiesta blanqueado.
Sin embargo, hay que tener presente que los momentos de tribulación son reales, por lo que hemos de poner nuestros ojos en el Evangelio, como única ventana donde resplandece en toda su plenitud el rostro de Dios.
Y no hay que extrañarse si, cuando estamos en el centro del huracán, vacilan todas nuestras creencias y experiencias, tal y como le pasó al salmista: «Yo, decía tranquilo: «¡No vacilaré jamás!».Tu favor, Señor, me aseguraba el honor y el poder, pero escondiste tu rostro, y quedé turbado».
Tampoco nunca pensaron los Apóstoles que su fe en Jesús iría a vacilar; pero en la Pasión... «los discípulos le abandonaron todos y huyeron» (Mt 26,56).
Mas cuando Jesucristo, como Buen Pastor, vino al encuentro de sus discípulos con la gloria de la Resurrección, volvió la fiesta para estos hombres, temerosos y cobardes pero inmensamente queridos por Dios.
Tribulación o fiesta: la última palabra la tiene Dios, vencedor del mal, y la palabra es: Fiesta para la humanidad.
Antonio Pavía.- Misionero Comboniano
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