jueves, 8 de noviembre de 2018

LA ORACION

Para los que peinamos canas, y aún, los que ya no las podemos peinar, pues el tiempo se encargó de hacer estragos, podemos recordar el antiguo Catecismo de la Iglesia Católica que nos decía: “Rezar es levantar el corazón a Dios y pedirle mercedes”. Hermosa expresión lo de pedir “mercedes”, favores, que no deja de ser ya una palabra en desuso. 

La realidad es que el lenguaje evoluciona, cambia, lo cual no quiere decir que lo haga a mejor. Pero pedir mercedes entrañaba el concepto de que todo lo que de Dios recibimos es pura Gracia suya, por su Bondad y su Misericordia. Y “levantar el corazón”, también nos introducía en un pensamiento clave: elevar el corazón, mantener en pie el corazón. Y este mantener en pie, ya tiene un sentido más bíblico. Estar de pie, o estar en pie, es la postura del Resucitado. En el martirio del protomártir san Esteban, en el momento de espirar añadió: “Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del Hombre de pie a la diestra de Dios…” (Hech 7,56). Jesucristo, el Hijo del Hombre estaba como el “Testigo Fiel” intercediendo ante el Padre para la glorificación de Esteban. Y se mantenía “en pie” ante el Padre.

Y así, con esos pensamientos, de elevar el corazón y pedir su Gracia, nos orientaban en la oración.

Y es bueno recordarlo, para no caer en determinados errores a la hora de comunicarnos con Dios, que es lo que denominamos orar. El mejor ejemplo de orar, la perfecta oración, es la que nos enseñó el mismo Jesucristo con la oración del Padrenuestro.

Existe la oración mental y la oración vocal, pronunciada en voz lo suficientemente alta como para poder oírnos a nosotros mismos. Y es importante oírnos, porque el Maligno provoca distracciones, que, si nos oímos, ayudan a continuar en la sintonía de la oración. Con esto no quiero decir que la oración mental no sea válida, pero requiere un plus de atención, que no siempre es fácil de mantener.

Pero es importante no cometer errores en el sentido mismo de rezar. No podemos caer en el primer error que es el de considerar a Dios como “un conseguidor”. Alguien que nos va a dar lo que pidamos, y en el momento que lo pidamos. Y si así no sucede, pensamos que Dios no nos escucha, nos ha abandonado…y entramos en el juego de Satanás.

Dios sabe perfectamente lo que necesitamos y cuándo lo necesitamos. Somos nosotros los que no sabemos pedir. Hemos de confiar en la Providencia Divina del cómo y el cuándo. ¡Cuántas veces a lo largo de la vida habremos visto después que aquello que pedíamos no nos convenía! 

El Señor Jesús nos dijo:”…pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá…” (Mt 7,7)son tres fases: pedir, buscar y llamar. Pero hemos de saber pedir; pedir conocer su Voluntad para conocerle a Él. Buscarle, pues para amar a alguien, hay que conocerle primero. Nadie ama lo que no conoce. Y llamarle para que nos abra.

Pero hay que rezar para darle gracias por los favores recibidos, pues todo es un don de su Liberalidad. Lo que tenemos, incluso nuestro cuerpo, no nos pertenece, pues hemos sido comprados con la Sangre de Cristo, el Cordero inocente que se ha inmolado por nosotros (1 P, 19)

Nos lo recuerda Pablo: “… ¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros, y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis? ¡Habéis sido bien comprados! ” (1 Cor19)

Nos quejamos de nuestras deficiencias, incluso económicas; ¿no pensamos que hay personas que no tiene cama donde acostarse, o mesa donde comer? ¿Somos más merecedores nosotros por haber nacido en el primer mundo?    

Meditemos por un momento la cantidad de gracias recibidas de Dios. Yo no las voy a enumerar, lo dejo a la meditación de cada cual. Hemos recibido el regalo de la fe. En la Eucaristía, (palabra que significa “acción de gracias”), en el momento de recibir al Señor, meditemos, uno por uno, lo que de Él hemos recibido gratis, sin merecimiento por nuestra parte. 

Oremos por el perdón de nuestros pecados. Y por los pecados del mundo. Oremos por el Papa, los obispos, sacerdotes…por los sacerdotes más cercanos, los de nuestra Parroquia. Ellos nos acercan a Dios. Y, por desgracia, otros nos alejan de Él. Oremos por estos y aquellos. 

Que nuestra vida, alimentada por la oración, sea coherente con ella. Al salir de la Iglesia, donde hay un mundo hostil, donde falta la Paz de Jesús, no la del mundo, sigamos siendo los mismos cristianos que cuando estábamos en su Presencia.

Y siempre, mantengámonos bajo el Manto de nuestra Madre la Virgen María, dispensadora de todas las Gracias, el mejor regalo que nos ha hecho Dios.

Alabado sea Jesucristo


(Tomás Cremades)

 

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