miércoles, 2 de mayo de 2018

EL AGUIJÓN DE PABLO


“…Para que no me engría con la sublimidad de estas revelaciones, me fue dado un aguijón a mi carne, un ángel de Satanás que me abofetea para que no me engría. Por este motivo tres veces rogué al Señor que se alejase de mí. Pero él me dijo: “te basta mi gracia, que mi fuerza se realiza en la flaqueza” (Cor 12, 7-11)
Pablo no explica en qué consistía este “aguijón”. La Biblia de Jerusalén habla de una posible enfermedad, otros han querido ver en ese aguijón una lucha que Pablo experimenta contra la lujuria…Nos quedamos sin saber.
Pero ya que nos quedamos sin saber, podemos tratar de imaginar qué pudo ser, no tanto por conocer la personalidad del Apóstol,- siempre interesante, por cierto-, sino para tratar de encontraren nuestra vida ese posible aguijón que quizá tengamos, o que, quizá, no lo hayamos descubierto aún.
En la Carta a los Corintios, dice Pablo: “…Yo soy el último de los apóstoles, indigno del nombre de apóstol, por haber perseguido a la Iglesia de Dios. Mas, por la Gracia de Dios, soy lo que soy; y la Gracia de Dios no  ha sido estéril en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos, pero no yo, sino la Gracia de Dios conmigo…” (1 Cor 15,9-11)
Este pensamiento de “trabajar más que todos los demás apóstoles”, - quizá no exenta de orgullo-, es lo que le hace ser engreído en la Revelación de Jesús. Y es por lo que el Señor le permite que haya “un ángel de Satanás” que le abofetee constantemente.
Este pensamiento me induce a pensar que son los remordimientos de su vida pasada de persecución a los cristianos lo que constantemente le recuerdan sus pecados, y le hacen sufrir. Pero el Señor, aun permitiendo que esto le ocurra, para depurar su alma y su conciencia, le da esta enorme esperanza: “Te basta mi Gracia”.
Ante estos acontecimientos de aquel entonces, el episodio también es actual en nuestra vida: ¿quién no tiene remordimientos de su vida pasada? Aquello que hicimos en algún o algunos momentos de nuestra vida, no nos pueden aplastar. Dios permite este “aguijón”, como el de Pablo, no para castigarnos, sino para sanarnos. Para sanar el alma. 
El demonio nos tentará diciéndonos: ¡mira tus pecados! ¡No tienes perdón de Dios. Te vas a condenar!!
¡NO! nos basta la Gracia de Dios. El salmista nos lo recuerda: “…tu Gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios…  (Sal 62)
Pues que este Canto de alabanza del Salmo de David, nos haga reconocer que la Gracia de Dios vale más que todo lo que la vida nos pueda dar, y que “donde abundó el pecado sobreabundó la Gracia”(Rom 5,20)
Alabado sea Jesucristo

(Tomás Cremades)

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