Biblia Salmos
¡Respóndeme cuando te invoco, Dios, defensor mío! En la angustia Tú me aliviaste, ¡ten piedad de mí y escucha mi oración !.
Vosotros, hombres ¿hasta cuando ultrajaréis mi honor, amaréis la falsedad y buscaréis el engaño? Sabed que el Señor hace maravillas por su fiel : El Señor me escucha cuando lo invoco. Temblad, y no pequéis. Reflexionad en el silencio de vuestro lecho. Ofreced sacrificios legítimos y tened confianza en el Señor.
Muchos dicen : "¿Quién nos hará ver la dicha?". ¡Levanta sobre nosotros, Señor la luz de tu rostro ! Has puesto en mi corazón más alegría que cuando ellos cosechan trigo y vino en abundancia.
En paz me acuesto y en seguida me duermo, porque sólo tú, Señor, me haces vivir tranquilo.
REFLEXIONES DEL PADRE ANTONIO PAVÍA (extractadas de su libro "En el Espíritu de los Salmos" y publicadas con autorización expresa de la Editorial San Pablo)
El salmista, hace llegar hasta Dios su clamor con la certeza de que Él le hará justicia en la adversidad. Inmerso como está en la angustia, sabe que Dios le abrirá una salida.
Hasta tal punto es grande la confianza de este hombre, que gritará a todos aquellos que provocan su angustia, estas palabras que son su baluarte, su defensa y su esperanza: «Sabed que el Señor hace maravillas por su fiel: el Señor me escucha cuando lo invoco».
Dice el libro del Éxodo: «Yavé hablaba con Moisés cara a cara como habla un hombre con su amigo». Dios le permitía así ver la Luz de su rostro. Luz que es identificada con la Palabra, en el evangelio de san Juan: «La Palabra es la Luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo».
El salmista nos dice que «el Señor hace maravillas por su fiel», porque siente que Dios está haciendo una historia con él, para que su vida se llene de Luz y de esperanza, para que todo en su existencia tenga sentido.
Jesucristo es aquel que vive continuamente el cara a cara con su Padre, cumpliendo su Palabra y ofreciéndola a las personas, de forma que por medio de ella, todos tengamos la posibilidad de hacer la experiencia del cara a cara con Dios.
Jesucristo da gratuitamente su experiencia al hombre, y por eso dice a sus discípulos: «A vosotros no os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer» (Jn 15,15).
El amigo, que lo es tal porque le ha sido revelada la Palabra, entra en la luz del rostro de Dios. Y recordemos que este don De Dios, Jesús lo ofrece a todos sin distinción. «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la Luz de la Vida» (Jn 8,12).
(P. Antonio Pavía)
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