La pregunta duele. Duele porque revela un desinterés total por la Palabra de Dios que se revela en la Iglesia. Y duele porque los cristianos actuales no tenemos la sensibilidad suficiente para reconocer que no amamos a nuestra Madre la Iglesia como Cristo nos amó.
Generalizar cualquier concepto puede inducir a error. Las frases anteriores no pretenden señalar a nadie, sino ayudar a mirarnos a nosotros mismos. Yo creo que los diez Mandamientos, las Diez Palabras que Dios entregó a Moisés en el Monte Horeb, creo sinceramente, que los cristianos practicantes los conocemos. Y hablo de “cristianos practicantes”. ¡Qué pena! Eso supone que hay cristianos NO practicantes. La pena no es sólo que no practiquen, sino que la sociedad actual lo considera como algo normal, que se dice sin sonrojarse. Diríamos que ser NO PRACTICANTES es un “valor añadido”. Yo diría que es el IVA MORAL.
Efectivamente el ser humano se hace cristiano con el Sacramento del Bautismo. Continúa con el Sacramento de la Eucaristía, la Primera Comunión, que muchas veces es la última, y el Sacramento de la Confirmación, ya con edad suficiente como para discernir si lo que te dio la Iglesia en el Bautismo, por medio de tus padres, “confirmas” que SÍ quieres continuarlo en tu vida, cuando ya eres capaz de conocer sobre las bondades y beneficios espirituales que “confirmas” que aceptas. Son los llamados “Sacramentos de la Iniciación” a la vida cristiana.
Pero además, la Iglesia nos pone otros cinco mandamientos, los grandes olvidados, y que se recogen en el CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, números 2041 a 2043:
1.- Oír (*) Misa entera todos los domingos y fiestas de guardar
2.-Confesar los pecados mortales una vez al año, o en peligro de muerte, o si se ha de comulgar
3.-Comulgar el Cuerpo y la Sangre de Cristo por la festividad de Pascua de Resurrección.
4.-Ayunar y abstenerse de comer carne cuando lo manda la Santa Madre Iglesia.
5.- Ayudar a la Iglesia en sus necesidades.
(*). No seré yo quien ponga correcciones al autor del Catecismo. Refiero simplemente a la generosidad moral del mismo al poner la palabra OIR. No es lo mismo OIR que ESCUCHAR ATENTAMENTE. Pero se sobreentiende que este “oír” quiere expresar lo segundo. El lenguaje español es muy claro en conceptos: “no hay peor sordo que el que no quiere oír”.
(El refrán no figura en el contexto del Catecismo, sino es obra del autor de este artículo)
El problema de todo esto es que se considera como algo retrógrado. España pasó en el año 1975 de un sistema político dictatorial donde había una unión de Iglesia-Estado, a un sistema democrático con separación de poderes, de tipo aconfesional. El Estado moderno se separa de la religión, aceptando el culto de cualquiera de ellas, y deja la libertad del mismo a los ciudadanos.
Al margen de la opinión personal de quien escribe, que se puede intuir, para eso existe la libertad de expresión bien entendida, (no como la que se ejerce en la actualidad en muchos ámbitos de la vida pública), yo creo que es perfectamente válido esta separación y libertad de culto. He dicho LIBERTAD, que NO LIBERTINAJE.
Y España, nuestra Patria, país pendular, si antes acudía a la Iglesia, pues ahora es lo contrario: esta libertad permite no acudir, y además no pasa nada, ya nadie te mira mal, sino al contrario: te miran bien (la ley del péndulo).
Es lo que antes se decía del IVA MORAL. (Término acuñado por este autor, que espero no se me copie).
Si antes se acudía a “Oír Misa” porque no ir estaba mal visto, ahora no se acude. Sin embargo ahora los cristianos somos más auténticos: solo vamos los convencidos. Los convencidos de la maldad que tenemos. Porque los que vamos a escuchar la Palabra de Dios en la Misa, no somos mejores que los que no van, ¡cuidado! Simplemente se cumple en nosotros lo que ya anunció Jesucristo a los fariseos: “…los publicanos y prostitutas os llevan la delantera en el Reino de los Cielos…” (Mt 21,31)
Nos llevan la delantera porque, al menos, saben que son pecadores. A lo peor, los que vamos a Misa los domingos, cumpliendo el precepto, nos podemos creer mejores…ahí está nuestro pecado, y nuestra pérdida en la carrera de la salvación, por utilizar un término “paulino”.
Es lo que podríamos decir, voy por “cumplimiento”, o, lo que es lo mismo: cumplo y miento. Me miento a mí mismo.
Dejaré para continuación de este artículo, una segunda parte de explicación breve de los cinco Mandamientos de la Iglesia.
(Tomás Cremades)
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