(Del maestro de coro. De David.)
Me refugio en el Señor, ¿porqué me decís: "Escapa como un pájaro al monte", porque los malvados tensan el arco ajustando la flecha a la cuerda, para disparar escondidos contra los rectos de corazón?
Cuando fallan los cimientos, ¿qué puede hacer el justo?
Pero el Señor está en su Templo santo, el Señor tiene su trono en el cielo.
Sus ojos contemplan el mundo, sus pupilas examinan a los hombres.
Y el Señor examina al justo y al malvado, y al que ama la violencia, Él lo odia.
Hará llover sobre los malvados brasas y azufre, y un violento huracán. Es la herencia que les corresponde. Porque el Señor es justo y ama la justicia, y los rectos de corazón contemplarán su rostro.
Reflexiones del padre Antonio Pavía: (extractadas de su libro "En el Espíritu de los Salmos" y publicadas con autorización expresa de la Editorial San Pablo)
Confianza en Dios
Este Salmo es un canto de confianza de un hombre de Dios. Está en una situación adversa y no tiene dónde ni cómo sostenerse, hasta el punto de exclamar: «Cuando fallan los cimientos, ¿qué puede hacer el justo?».
Los testigos de su adversidad, le dicen: «Escapa como un pájaro al monte».. Este consejo no es otro sino instarle a que se desentienda de Dios. Ante este consejo tentador de huir, este hombre, desde lo más profundo de su fe, les responde: «Me refugio en el Señor».
Vemos cómo él, que es imagen del Mesías, actúa no siguiendo la sabiduría de los hombres sino según la sabiduría de Dios sembrada en su corazón. Y como estamos hablando de Jesucristo, sabemos que Él, ante la adversidad en el cumplimiento de la misión a la que ha sido enviado por su Padre, actúa según la Palabra-Sabiduría que Él mismo le susurra en lo más profundo de su ser día y noche.
Se cumple así en Jesucristo, lo que ya nos anunció el primer salmo: «Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni en la senda de los pecadores se detiene, sino que se complace en la palabra de Yavé, hasta el punto de que la susurra día y noche».
Los profetas denunciaron con frecuencia que Israel abdicaba del Dios manifestado en el monte santo, y se fijaba en los montes de los reinos y pueblos vecinos que edificaban sus santuarios en sus montes para dar culto a sus divinidades.
Israel, que expresa perfectamente lo que es el corazón del hombre, no termina nunca de fiarse de Dios y, cuando Este parece un ser inerte e incluso incapaz de ayudar, decide resolver sus problemas acudiendo a las divinidades de los gentiles.
Es la tentación de idolatría de todos los tiempos, de todos los hombres, de todas las culturas, de todas las religiones. Es esta querencia a dar culto a las «divinidades» que se hacen presentes tangiblemente a nuestros sentidos: dinero, poder, fama, amor a cualquier precio… Son divinidades «reales» ante las cuales el hombre se inclina y, al mismo tiempo, le yerguen prepotentemente ante Dios.
Aun así es infinitamente mayor el amor y la misericordia de Dios que la perversión idólatra del ser humano y por esta misericordia de Dios el hombre puede acogerse a Él y contemplarle en el Monte Calvario. Desde allí sigue revelándose como misterio de amor y misericordia a toda la humanidad.
Termina el salmo con un versículo de alabanza y de bendición a Dios, que le dio la sabiduría para desechar el «consejo de los impíos» y encontrar protección en Él: «Porque el Señor es justo y ama la justicia, los rectos de corazón contemplarán su Rostro».
Este Salmo es un canto de confianza de un hombre de Dios. Está en una situación adversa y no tiene dónde ni cómo sostenerse, hasta el punto de exclamar: «Cuando fallan los cimientos, ¿qué puede hacer el justo?».
Los testigos de su adversidad, le dicen: «Escapa como un pájaro al monte».. Este consejo no es otro sino instarle a que se desentienda de Dios. Ante este consejo tentador de huir, este hombre, desde lo más profundo de su fe, les responde: «Me refugio en el Señor».
Vemos cómo él, que es imagen del Mesías, actúa no siguiendo la sabiduría de los hombres sino según la sabiduría de Dios sembrada en su corazón. Y como estamos hablando de Jesucristo, sabemos que Él, ante la adversidad en el cumplimiento de la misión a la que ha sido enviado por su Padre, actúa según la Palabra-Sabiduría que Él mismo le susurra en lo más profundo de su ser día y noche.
Se cumple así en Jesucristo, lo que ya nos anunció el primer salmo: «Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni en la senda de los pecadores se detiene, sino que se complace en la palabra de Yavé, hasta el punto de que la susurra día y noche».
Los profetas denunciaron con frecuencia que Israel abdicaba del Dios manifestado en el monte santo, y se fijaba en los montes de los reinos y pueblos vecinos que edificaban sus santuarios en sus montes para dar culto a sus divinidades.
Israel, que expresa perfectamente lo que es el corazón del hombre, no termina nunca de fiarse de Dios y, cuando Este parece un ser inerte e incluso incapaz de ayudar, decide resolver sus problemas acudiendo a las divinidades de los gentiles.
Es la tentación de idolatría de todos los tiempos, de todos los hombres, de todas las culturas, de todas las religiones. Es esta querencia a dar culto a las «divinidades» que se hacen presentes tangiblemente a nuestros sentidos: dinero, poder, fama, amor a cualquier precio… Son divinidades «reales» ante las cuales el hombre se inclina y, al mismo tiempo, le yerguen prepotentemente ante Dios.
Aun así es infinitamente mayor el amor y la misericordia de Dios que la perversión idólatra del ser humano y por esta misericordia de Dios el hombre puede acogerse a Él y contemplarle en el Monte Calvario. Desde allí sigue revelándose como misterio de amor y misericordia a toda la humanidad.
Termina el salmo con un versículo de alabanza y de bendición a Dios, que le dio la sabiduría para desechar el «consejo de los impíos» y encontrar protección en Él: «Porque el Señor es justo y ama la justicia, los rectos de corazón contemplarán su Rostro».
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