Breve explicación de los cinco Mandamientos De la Iglesia:
1.- Oír Misa entera todos los domingos y fiestas de guardar.
La Iglesia nos propone este primer mandato: Oír. Realmente se conforma con poco, aunque basta con interpretarlo para comprender que lo que realmente quiere decir es escuchar. Que por otra parte es el Mandamiento que ya se anuncia en el antiguo Testamento: ¡Escucha, Israel! Es lo que se conoce como el “Shemá”, en hebreo.
Igualmente este mandato lo anuncia el Espíritu Santo en el Bautismo de Jesús, y años más tarde en la teofanía de la Transfiguración. Y es que de esta escucha se alimenta la fe. Nos dirá Pablo que la “fe viene por la `predicación del Kerigma”, por el anuncio de la Palabra de Dios contenida en el Evangelio.
Pero es que, además, nos pide la Iglesia que esta Misa sea “entera”. Desgraciadamente, hoy en día, muchos cristianos llegan con la Misa ya empezada, y se van sin terminar ni siquiera el Canto a la Virgen María, como si ella, fuera algo ya de menor entidad. La Misa es el Sacramento por excelencia, es el “paso del Señor”. Todos los domingos son esa Pascua que nos recuerda el paso del Señor la noche en que hirió de muerte a los egipcios, para proceder a salvar a los israelitas, como nos recuerda el libro del Éxodo.
Pero además la Misa es una “cita con Dios”. Él nos espera para intimar con nosotros, para regalarnos su Cuerpo y su Sangre, donde nosotros “le regalamos” nuestros presentes de pan y vino, para que los transforme en Él. La Misa es un envío para proclamar que Jesucristo ha muerto y resucitado para nuestra salvación. De hecho, la palabra Misa proviene del latín (mittere) que significa enviar.
Y nos lo recuerda el sacerdote con el “Ite, missa est”, que el pueblo llano traduce como:”Idos, la misa ha terminado”. Y que realmente quiere decir: “Podéis marchar, sois enviados”
Aún hoy en día muchos cristianos eligen la misa que consideran más corta, porque la homilía se les hace aburrida y larga. Otros preguntan: ¿Se cumple el precepto si llego antes del Evangelio?
Es conveniente llegar unos minutos antes de comenzar, y, en vez de saludar a los conocidos que ya están, (lo cual no es óbice para no hacerlo), hay que saludar al Señor, y decirle que le quieres escuchar, que has venido a verle, que deseas saber lo que él desea para ti…
2.-Confesar los pecados mortales una vez al año, o en peligro de muerte, o si se ha de comulgar
No podremos decir nunca que la Iglesia es exigente: ¡confesar una vez al año! O, si se ha de comulgar.
Si la Misa es “una cita con Dios”, La confesión es una fiesta: Le decimos a Dios, a Jesucristo, representado en el sacerdote, que hemos pecado, que llegamos como el hijo pródigo de la parábola, que nos duele haberlo hecho y deseamos poner todos los medios para no volver a caer. Hay que huir de la vergüenza de contarlo, ya que no tuvimos esa vergüenza en cometerlo; recordemos que el Padre de la parábola, (Lc 15, 1-31) que representa al Padre Dios, ni le dejó hablar al hijo que volvía; que volvía porque tenía hambre…y, sin embargo, le abraza y no reprocha nada: así es nuestro Dios.
Pero una fiesta así, ¿sólo una vez al año? Experimentemos el gozo del perdón de Dios. Después de la confesión, la Gracia de Dios nos llena de algo muy difícil de describir con palabras. ¡Experimentémoslo!
Si estamos en peligro de muerte con más razón; es el caso de que tengamos que acudir a una intervención médica, o nos hayan detectado una enfermedad grave o de riesgo…Y si hemos de comulgar con el Cuerpo de Cristo, hagámoslo en gracia de Dios. Nos recuerda san Pablo que “el que come el cuerpo y la sangre de Cristo indignamente, come y bebe su propia condenación”. (1 Cor 11,27)
3.-Comulgar el Cuerpo y la Sangre de Cristo por la festividad de Pascua de Resurrección.
Fiesta culminante en la espiritualidad de la Iglesia. ¡Qué mejor tiempo para recibirle dignamente! Cristo ha venido para eso: para hacerse pecado por nosotros, para clavarlos en la Cruz, como nos dice san Pablo. Para que en la Misa celebremos los santos misterios de su Pasión Muerte y Resurrección. No es pues, de extrañar, que la Iglesia, Madre y Maestra, nos pida este acercamiento dignamente recibido, en estas fiestas de la Pascua de Resurrección.
4.-Ayunar y abstenerse de comer carne cuando lo manada la Santa madre Iglesia.
Aquí empieza un tema muy polémico hoy en día. Hoy en día todo se cuestiona…no se acepta como una recomendación buena, excelente, para el hombre. ¡No!
Actualmente se dice:” pues ese día comeré marisco, que además es más caro y mejor!” No es, como dicen algunos para “que el hombre se sacrifique y se fastidie” ¡No!
Sería un objetivo tan pobre… ¿entenderíamos una Iglesia así? ¿Lo aceptaríamos de buen grado? La contestación es obvia. Y el que así contesta, sabe que no es así. Simplemente busca para no cumplir, para dejar en ridículo a la Iglesia.
El motivo de no comer carne es para que en esos momentos pensemos que algo especial está sucediendo: que el miércoles de ceniza y el viernes Santo, únicos días en que manda la Iglesia este cumplimiento es para eso, para recordar. El miércoles de ceniza nos recuerda la”nada” del ser humano. Que somos fruto del polvo de la tierra, que Dios nos sacó como a Adán de la nada, y que a esa nada hemos de retornar. Pero que nuestra alma está hecha para Dios; y de esa nada, volverá, por su Poder a unirnos el día final.
El Viernes Santo celebramos la Muerte del Señor. El día más importante de nuestra salvación. En este día en que hemos de estar en ayuno con Él, en oración con él, en abstinencia de carne con Él.
Si no estamos dispuestos a esto, no merecemos realmente el nombre de cristianos.
El ayuno obliga hasta la edad de sesenta y cinco años; la Iglesia entiende que a esa edad la persona puede tener problemas de salud, y deja al criterio del cristiano ayunar o no. Pero la abstinencia por otro alimento sustitutorio, no impide de una buenaalimentación.
5.- Ayudar a la Iglesia en sus necesidades.
Con todo lo que la Iglesia realiza en caridad por todos los hombres sin distinción de sexo, raza, religión, edad… ¿no es justo ayudarla en sus necesidades? Si la Iglesia dejara su colaboración en el mundo, los Estados tendrían que realizarlo, y el coste de esto sería muy superior a lo que recibe la Iglesia. Ésta no recibe aportación del Estado, aportan los fieles, los que valoran su entrega y su esfuerzo, su generosidad. Aportamos los que queremos y creemos que el servicio prestado, en la recepción de los Sacramentos es insustituible para nuestra salvación. Y en el orden material ya queda dicho.
Pues consideremos que a los Mandamientos de Dios, unimos los de la Santa Madre Iglesia, que nos acompaña en el camino de la salvación.
(Tomás Cremades)
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