Dicho así, parecen conceptos antagónicos: La soledad refiere a la ausencia de cualquier persona, o ser viviente y si está poblada hay contradicción. Es verdad que podemos encontrarnos entre una multitud de personas, y sentirnos solos.
Pero cuando esta soledad está poblada de aullidos, parece que los conceptos abstractos toman otro color. Los aullidos refieren al sentido del oído, los aullidos del lobo, que en lenguaje bíblico son los sonidos del Maligno.
“…Mirad que os envío como ovejas en medio de lobos…” (Mt 10,16) nos dice Jesús. Ya está hablando lo que muchos siglos antes había profetizado Moisés en el Libro del Deuteronomio, que en su capítulo 32 dice:
“…los encontró en una tierra desierta, en una soledad poblada de aullidos…” (Dt 32,10). Así nos dejó el pecado de Adán y Eva. Así nos encontró Jesucristo.
Pero continúa Moisés: “…y lo envuelve, lo sustenta, lo cuida como a la niña de sus ojos…”. Así nos cuida Jesús, que, como un águila, incita a la nidada revoloteando sobre sus polluelos, así Él despliega sus alas y los toma, y los lleva sobre su plumaje…” (Dt 32, 11)
Este Águila, anuncia ya a Jesucristo, que extiende sus brazos en la Cruz, sus “alas”, acogiendo su nidada, nosotros, los discípulos.
(Tomás Cremades)
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