martes, 16 de enero de 2018

NO ME EXCLUYAS DEL NÚMERO DE TUS SIERVOS

“..Dame la Sabiduría asistente de tu trono, y no me excluyas del número de tus siervos…” (Sb 9, 1-6)

Meditando este hermoso Cántico del Libro de la Sabiduría, - la Escritura se medita, no se lee -, me llama la atención que dice: “el número de tus siervos”. ¿Es que los siervos de Dios están limitados en número? ¿La salvación no es para todos?
Entre los cristianos, he escuchado muchas veces esto: “¡Bah, al final el Señor nos perdonará a todos…!” Y pienso: Nada más lejos de la realidad. Existe un Cielo y un infierno, como existe un juicio de Dios. Todos estamos llamados a la salvación, que, indudablemente está sólo en manos de Dios, de su infinita Misericordia. Pero la Misericordia y la Justicia de Dios, ambos atributos de Él, no se contradicen sino que se complementan.
Sin entrar en juzgar a nadie, pues eso sólo le corresponde a Dios, nuestra fe cristiana es, además de fe, racional. Nos enseñaron que la fe es creer lo que no vemos, y es verdad. Pero a estas alturas de nuestra peregrinación por la vida, esta definición que aprendimos de niños se queda corta. La palabra “fe” viene del vocablo “fiar”, “fiarse” de Dios. Fiarse de Jesucristo, fiarse de su Evangelio. Y una cosa es, dentro de nuestra fe racional, buscar a Dios, y otra creer que no va a haber un juicio de nuestros actos. Esto independiente de su Misericordia, palabra que nos recuerda la latina “cordis”, corazón. Dios reconoce nuestro corazón mísero y se enternece como una madre con su niño. Y de ahí nace la Justicia, palabra que todos identificamos con “dar a cada uno lo suyo”, que es lo que llamamos “justicia distributiva”, término más pequeño que el más complementario de “ajustar”. La Justicia que Dios nos pide es la “ajustarnos a Él”.
Y entonces toman todo sentido la unión de Misericordia y Justicia. Y volvemos al principio: existe un número de siervos. En el Libro del Apocalipsis, revelado a Juan Evangelista en la isla de Patmos, desterrado por su fe, dice tener una visión del número de los elegidos: “…Y oí el número de los marcados con el sello: ciento cuarenta y cuatro mil…”(Ap 7 4-8)
San Agustín interpreta este número diciendo que este número es el producto de doce por doce, como las doce tribus de Israel. Es decir un número muy muy grande, quizá limitado, no infinito…
En la Eucaristía se dice en la Consagración: “Sangre de la nueva Alianza, que será derramada por vosotros y por muchos…”.
Hasta hace poco se decía: “por todos los hombres”. Pero la Iglesia rectificó diciendo “por muchos”. Cuando la Misa se celebraba en latín se decía “per multi”, por muchos; y ha vuelto a esta expresión.
Hay un Evangelio en que le preguntan a Jesús: “Maestro, ¿serán muchos los que se salven? Él contestó: “esforzaos en pasar por la puerta estrecha, porque muchos pretenderán entrar y no podrán…” (Lc 13,24)
Pues, como siempre, el Divino Maestro, Jesús, nos da la clave: No preocuparme tanto del número, sino de esforzarme en “pasar” por esa puerta, que es seguir a Jesús, tomar el arado, sin mirar atrás.
Alabado sea Jesucristo

(Tomás Cremades)
 

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