¡No!, no voy a entonar la copla de la gitana que lo tenía “to”. Esto es más serio, totalmente serio. Quizá hayamos oído muchas veces lo del “castigo de Dios”. Incluso hasta habremos echado la maldición a alguien con la imprecación: …”ya te castigará Dios”.
Mal una cosa y pésima la otra. El Señor Jesús, Bondad infinita y Suprema, no quiere castigar al hombre. Es el hombre quien se castiga por apartarse de Dios siguiendo a sus ídolos. Aquí tropezamos con el misterio de la “libertad” del hombre. Si éste no quiere seguir a Dios, Él nada puede hacer. Dios quiere ser amado en libertad por el hombre. No exige nuestro amor. Y, por ende, tampoco castiga.Dios desea hacer un “camino de amor” con cada una de sus ovejas.
En el libro de Tobías, hay unos párrafos en el capítulo 13, que dicen: “…Bendito sea Dios…que azota y se compadece, hunde hasta el abismo, y saca de él…”
Y un poco más adelante, vuelve al mismo tema: “…Él nos azota por nuestros delitos, pero se compadecerá de nuevo…”
Entonces ¿es que juega con nosotros en un juego en superioridad de condiciones?
No es así. Ese sería el actuar del hombre malvado. O del hombre normal, entendiendo por normal, el que sigue la “norma” de conducta al uso, que no la correcta.
Cuando algo no nos sale según nuestro capricho, o nuestra conveniencia, o no se presenta con la rapidez que estimamos en “nuestra sabiduría”, el hombre se siente desatendido, no escuchado,…se siente azotado. Y aplica su razonamiento de que Dios me ha castigado por los delitos que he cometido. Piensa en su maldad, que Dios se ha vengado. Se ve hundido en un abismo del que sólo le puede sacar la Misericordia de Dios. Y ahí sí que acierta.
En la ignorancia del hombre respecto al conocimiento de Dios, le atribuye actuaciones o formas de resolver los problemas como si de otro hombre se tratara. Es una forma primitiva de verlo que ya tenían los antiguos romanos, cuando aplicaban a sus dioses los pensamientos, venganzas, lujurias, y pecados de los humanos. ¡Así les fue!
Dios no juega con el hombre, pues se hizo hombre para que éste fuera semejante a Él. No hay mayor Amor. ¿No se nos ocurre pensar que lo que pedimos y no logramos, o los acontecimientos de la vida, suceden así en ese momento, porque Dios, que ve en su Eterno Presente, conoce que en ese instante no conviene en orden a su salvación? ¡Cómo nos engaña el demonio!
Quedémonos, pues, con este pensamiento: Dios es infinita Misericordia, se acuerda de nuestro corazón (cordis) miserable, y es infinitamente “justo”, es decir, se “ajusta” al hombre en perfecta unión, como una mano se ajusta a la otra.
Alabado sea Jesucristo
(Tomás Cremades)
No hay comentarios:
Publicar un comentario