Tú, la vid , yo, el sarmiento
Tu alma sellada a la mía, vigilante, siempre pendiente del fruto que doy
Tu vida viviendo en mis entrañas y tu esencia, buena, llegando a los lugares más recónditos de mi ser
Y , si ocurre que el fruto no es bueno, tu voz se hace oír, la vida se para y ya no hay lugar para la paz.
Uno querría pasar su vida unido a esa vid que tú plantaste, recostado al sol del amanecer, entregado y alimentado por ti, pero se nos escapa la voluntad y corre desbocada tantas veces hacia otros lugares en los que tu savia no está.
Mientras no estamos, resérvanos Señor ese mismo lugar en tu vid, el espacio que creaste para cada uno.
Tú que ves en el tiempo, convéncenos de que regresaremos a ese lugar, no dejes que sintamos el vértigo del no retorno y, en la lejanía, sella con más fuerza tu alma a la nuestra para que no dejemos de mirar al lugar de dónde partimos.
Y que al menos, sea eso, nuestra mirada, la que no te abandone para que, cuando caiga la tarde y el sol no caliente, en la oscuridad, volvamos a andar y encontremos el camino que nos lleva de nuevo a ti, a tu vid.
(Olga Alonso)
comunidadmariamadreapostoles.com
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